
Hasta el próximo 7 de septiembre se exhibe una retrospectiva de su obra en el Museo de Albarracín (Teruel).
Alejandro Fernández Sáez fue un pintor y dibujante al que Valeriano Bozal inscribió en la tradición expresionista occidental, que comienza con el Goya de las Pinturas negras, pasando por Munch y desemboca en los informalismos europeos quienes, tras el expresionismo abstracto, retomaron apariencias figurativas y, en ocasiones, añadieron elementos iconográficos de carácter simbólico. Fernández Sáez se suma al “desaprendizaje” y la búsqueda del disfrute en la libertad creativa propuestos por Klee y, tras la Segunda Guerra Mundial, del Art-Brut que él adoptó en su vertiente más espontánea y disidente.
El Art-Brut, término acuñado por Dubuffet, se refiere a un tipo de arte realizado por personas sin una formación académica en las bellas artes y que se encuentran alejadas de los circuitos y el mundo artístico. Por lo tanto, su traducción al español no debería ser bruto como sugeriría la similitud fonética sino como crudo en su acepción de no suficientemente elaborado, sin olvidar la relación con lo áspero, sin duda, la palabra escogida por Dubuffet no era ajena a su contexto histórico.

En nuestro país, en esas décadas, debido a la dictadura y a nuestra idiosincrasia artística casi nunca favorecedora a las novedades llegó tarde y tuvo poco reconocimiento en comparación con Francia, Estados Unidos y otros países enmarcados en la cultura occidental. De hecho, los artistas españoles que suelen mencionarse fueron exiliados que utilizaban la pintura como terapia para expresar sus frustraciones, su pobreza y su tristeza provocada por el alejamiento y soledad, entre ellos Miguel Hernández Sánchez (1893-1957) y Joaquim Vicens Gironella (1911-1997), poco conocidos y menos aún reconocidos.
En España, el estilo más cercano fue el de los informalistas de Dau al Set y El Paso, pero estos artistas estaban plenamente formados académicamente en las artes plásticas, por lo que fueron referencia a nivel plástico y expresivo para los «artbrutistas» españoles de los 80 y 90 que lo mezclaban con otras manifestaciones artísticas autodidactas y reivindicativas como el arte urbano.

En este panorama, nada halagüeño para los artistas alejados de los circuitos artísticos, tomó el relevo Alejandro Fernández Sáez (1974-2019) quien, tras salir de Majadahonda para compartir piso en Madrid en 2004 con su amigo Javier Bergasa (conocido artista plástico y tatuador) se lanzó al poco tiempo a la creación pictórica y el dibujo de manera autodidacta al más puro estilo outsider, descondicionado y crudo con un claro afán de mostrar sus emociones, inquietudes y fragilidad que le generaba estar cara a cara con la muerte por la distrofia muscular que padecía y que le había llevado a someterse a un trasplante de corazón ese mismo año.
Su pasión, antes que el arte, fue la acuarofilia a la que se acercó desde los 10 años y a la que se dedicó intensamente durante su adolescencia llegando a ser un miembro muy activo de la Sociedad de Acuarofilia de Madrid. Llenó la casa de sus padres de acuarios y terrarios y era conocido en Majadahonda por salir de paseo con su grajilla en el hombro y poseer una amplia colección de reptiles.
Esta cuestión es también muy relevante no únicamente por la temática sino también porque marcó su pseudónimo artístico con el que firmaba su obra, Kalifafrogman, palabra inventada formada por las palabras Kalifa, apodo cariñoso con el que era conocido por sus amistades por sentarse siempre con las piernas cruzadas, y frogman (hombre rana en inglés) en referencia a su afición por anfibios y reptiles.

Existe un problema a la hora de hacer una catalogación rigurosa debido a que no fechaba su obra y no firmaba más que lo que vendió o regaló. De modo que para futuros estudios habría que tratar su obra de forma global o clasificarla temáticamente. En realidad, creo que la idea de Kalifa era precisamente la suma de sus pequeñas y frágiles obras en lo que lo importante es poder crear alternancias sin ninguna cortapisa temporal.
La improvisación, el automatismo, la originalidad y la desconexión, características que apunta Bergasa, no dejan de ser parte de la herencia dadaísta en el arte de la segunda mitad del siglo XX, que marcan un deseo de libertad y de cambio muy presentes en Alejandro. Este arte impulsivo, libre de cualquier cortapisa o aprendizaje canónico es lo que le adscribe a un arte honesto y auténtico situándolo en la estela de Basquiat o de De Kooning, además de Asger Jorn y Appel, en cuanto a Art Brut, pero con muy claras influencias en algunas de sus obras de Antonio Saura y el informalismo expresionista español.
Los elementos iconográficos más utilizados por Fernández Sáez son una suerte de retratos en los que los ojos conforman el elemento más sobresaliente. Vigorosos trazos nos permiten intuir caras y otras figuras. Entre ellas una serie de retratos, más bien autorretratos puesto que la expresión del sentimiento y la emoción es primordial, que beben de los de Antonio Saura y sus famosos retratos de Brigitte Bardot y otros personajes históricos reducidos a gruesos trazos impulsivos negros y blancos.

En otras ocasiones las manchas de aguadas se complementan con dibujos con trazos finos y definidos para crear retratos cadavéricos o escenas de esqueletos que superan la muerte y se ríen de ella como ocurre en la noche de muertos mexicana, país que visitó y muy probablemente influyó en su iconografía. Calaveras con vivos colores y con chisteras que están más vivas que muertas.
Calaveras con ojos grandes y expresivos. Ojos no solo para dar vida a las calaveras, sino simplemente muchos ojos en algunas de sus obras. Grandes ojos como la parte del cuerpo de mayor capacidad expresiva del cuerpo humano. Ojos con grandes pestañas, ojos sin pestañas, de diversos colores, a veces como únicos elementos iconográficos del cuadro o como elementos principales en otras representaciones, como forma de humanizar animales, especialmente aves.

Se suman a su iconografía, como ya había comentado previamente, reptiles y peces, además de aves e insectos, humanizados en ocasiones. Utiliza también textos, a veces únicamente palabras o frases conforman la imagen y otras se entremezclan textos con dibujos en obras que no olvidan la herencia directa del grafiti, el cómic y la estética de La Movida madrileña, que tanto marcaron la infancia y juventud de su generación.

El artista nos ha dejado carpetas y carpetas de dibujos y pinturas, la gran mayoría sobre papel de embalar, pero también sobre gruesos papeles de reciclaje artesanales y otros soportes que tuviera a mano incluidos algunos lienzos sobre bastidor ya preparados (muy escasos). Cabe destacar la fragilidad de la mayoría de los soportes que utiliza que están acordes a la rapidez del trazo y a su creación impulsiva. Todo ello nos deja intuir que no parecía buscar un paso a la eternidad sino dar respuesta a una necesidad momentánea de creación y de terapia de expresión del sentimiento.

Realizó en vida tres exposiciones en Madrid: ACÉRCATE LEJOS, con Pedro Lucendo, en Espacio Ronda, en julio de 2013; Presentación de fanzine en Puesto Sandwich Mixto, en el Mercado de San Antón, el 25 de abril de 2013; y TRIIITURBO, con Jaime Abad, en Paseo de la dirección 320, en abril de 2015.

Valeriano Bozal y Javier Bergasa permitieron a sus padres darse cuenta del magnífico legado que su hijo les había dejado y que no habían valorado previamente. Es por ello que han cedido su obra para realizar exposiciones como la realizada en el Museo-Archivo Histórico Elisa Cendrero de Ciudad Real, en marzo de 2023, y la actual que puede visitarse en el Museo de Albarracín hasta el 7 de septiembre de 2024.

Exposición Alejandro Fernández Sáez.
Del 20 de julio al 7 de septiembre
Museo de Albarracín. Fundación Santa María de Albarración.
Calle San Juan, 10 – Albarracín.

Carlos Treviño Avellaneda