Sentir para vivir. Eva Lootz en la Sala Alcalá 31

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A veces se nos olvida sentir, detenernos a solas en nuestra propia oscuridad para saber que resplandece con mayor fuerza en nuestro interior.

Es complicado guardar silencio durante unos segundos en un mundo que se mueve tan deprisa como el nuestro. Un mundo lleno de ruido que cuando se consigue calmar se puede escuchar esa pequeña voz que hace aflorar los más profundo del ser. Palabras incoherentes que cobran un significado en su conjunto para hacer sentir de la manera más intensa la situación más banal y cotidiana posible. 

A todo esto y a mucho más invita Eva Lootz al cruzar el umbral de la puerta, a experimentar y a relacionarnos no solo con nosotros mismos sino también con el mundo que nos rodea. La artista quiere que deambulemos en el vacío de la oscuridad, sin rumbo fijo, simplemente sintiendo, objetivo único y final del arte. Como ya quisieron Brueghel y Rubens hace varios siglos quiere que todos nuestros sentidos se entreguen a lo pasional y se olviden de lo racional. Los objetos se convierten en obras de arte mediante una iluminación que no solo nos brinda una idea conceptual de la exposición, sino que alcanza también el plano estético. Los objetos empleados se emplean a la perfección para transmitir aquello que existe,  pero no le prestamos la suficiente atención y que en el momento menos esperado desaparecerá creándonos una necesidad que el mundo no sabía que tenía. 

Las voces situadas en cada una de las esquinas atraen al espectador a escucharlas con detenimiento. No se hace pesado, ni monótono, sino que su fuerte tono poético y conceptual suma a la exposición un punto más elevado de reflexión. La distribución de la sala está estudiada al milímetro siendo esto lo que le permite transmitir las ideas de una manera tan intensa y novedosa como hace referencia su comisaria Claudia Rodríguez-Ponga Linares: ‘‘Supone dentro de su propio marco teórico un paso más a la hora de experimentar con otros materiales y con otras formas’’. El único fallo reprochable en esta primera parte de la exposición es la luz que entra por las escaleras que dan a la planta de arriba, la cual fastidia ligeramente la experiencia estética.

Ínfimamente más floja es la segunda parte de la exposición ubicada en la planta superior donde se encuentran más de 1.000 dibujos con una iluminación total. Resulta admirable la capacidad de relacionar ambas zonas a pesar de su gran diferencia. Los dibujos que se presentan resultan fundamentales para completar de una manera más lógica la experiencia sensorial vivida en la primera parte. En ella la artista decide compartir algunos de los dibujos, reflexiones, citas, lecturas… que ha experimentado durante estos cuatro años que ha estado preparando la exposición. Estos dibujos, se distribuyen en polípticos que permiten adentrarse en mayor medida en la mente de Eva Lootz para comprender todo lo posible la complejidad de la obra de la artista argentina. Multitud de palabras y dibujos que más allá de la simple banalidad con la que puede llegar a admirarlo el espectador guardan una lógica y un sentido entre sí.

Una experiencia única, imposible de transmitirse con palabras, es algo que hay que vivirlo. Nada se equipara a la fuerza de los sentimientos, la capacidad de los sentidos de comprender lo incomprensible y sentir una vinculación con algo ajeno. El ser humano no es superior al resto de animales por la razón, sino por su capacidad de sentir.

Alejandro Bellanco Guerrero

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