Flavita Banana, la crítica social desde la viñeta de humor

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El origen del nombre Flavita Banana es bastante simple: era el apodo cariñoso, inspirado en la canción de Juanita Banana, con el que una antigua compañera de piso solía llamarla. 

Flavia Álvarez-Pedrosa Pruvost (Oviedo, 1987), crea viñetas que capturan escenas cotidianas y temas de candente actualidad, siempre impregnadas con un toque de humor ácido. A los 29 años, comenzó a colaborar con publicaciones como S. ModaOrgullo y SatisfacciónRevista Mongolia, y desde 2018, en El País, donde publica día sí, día no. Con cinco libros de su autoría y diversos reconocimientos, en 2023 fue galardonada con el premio Mingote, alzándose como la primera mujer en recibir este reconocimiento. 

Cuando Instagram todavía no era la red social por excelencia, Flavia se abrió su primera cuenta en Facebook; buscando no exponerse demasiado, pues cree que solo hay una persona con su nombre completo, y no quería “desnudarse” de esa manera. Por eso escogió Flavita Banana, porque por aquel entonces, “todavía la gente tiraba de mote, ahora la gente se pone su nombre… Rosalía se llama Rosalía”. 

Sus orígenes en el ámbito de la ilustración

Flavia cuenta a Nueva Crítica que sus inicios en el ámbito de la ilustración comenzaron financiando sus estudios en la Escola Massana, donde estudió Artes y Diseño, y el ciclo de Ilustración, mediante trabajos en call centers. Consciente del poder de las redes sociales como trampolín para artistas emergentes, decidió utilizar estas plataformas, no solo como un medio para exhibir su trabajo, sino como una estrategia para atraer la atención hacia su obra, adoptando la filosofía de «voy a empezar por gustar y si gusto, vendrán a buscarme». 

Al principio, no aspiraba a buscar plataformas reales (periódicos, editoriales…), porque no pensaba que “lo que hacía de chorra para reírme con mis amigos o entretener seguidores, tuviera cabida en esta cosa que nos meten en la cabeza que es el trabajo serio”. 

En cuanto a referentes mujeres, no tenía en este campo, no podía pensar “quiero ser como ella”. Tampoco se le iba a pasar por la cabeza “quiero ser como Forges”, porque dice, “era como el Olimpo donde no tenía espacio. Pensaba que Forges, Max, o el Roto eran como inmortales que llevaban ahí desde siempre y que eran inamovibles”. Todo ello, representaba una cumbre aparentemente inalcanzable, aunque su objetivo siempre fue realizar ilustraciones para periódicos. 

La oportunidad llegó de manera inesperada el 22 de febrero de 2018, con el fallecimiento de Forges, humorista gráfico español que trabajó en El País desde 1985 hasta su muerte. La llamada de El País proponiéndole comenzar a publicar sus viñetas fue un momento de júbilo acompañado de la “danza de la alegría” y mezclado con dudas, temiendo que su elección se debiera más a una cuestión de género que a un reconocimiento de su talento. Sin embargo, lejos de esas creencias fue la oportunidad que marcó el inicio de su carrera en uno de los periódicos más importantes de España, y la que le ha permitido finalmente cumplir su sueño de contribuir al mundo de la ilustración periodística. Y esa viñeta “neutra” fue solo la primera de las muchas que ha publicado durante estos años.

“Me pidieron que mandara algo que ya tuviera, así que escogí una viñeta en la que salían hombres, con temas neutros, que no fueran de rabiosa actualidad, que fueran un entretenimiento. El tipo de viñeta que a mí me gusta sigue la línea de las que se hacen en Argentina. Se basan en “voy a mirar una ‘chorrá”. Con el tiempo, aunque me ha ido costando aquí (se señala a la cabeza), he ido dando mi opinión sobre ciertos temas, y he metido a mujeres, no solo en “temas de mujer” sino también a mujeres como personajes”. 

Primera viñeta publicada por Flavita Banana en El País

Sobre los límites en sus viñetas 

La artista recuerda un caso específico donde la palabra «monarquía» fue reemplazada por «cosas rancias» para evitar posibles controversias, lo que sugiere que, aunque rara vez, existen momentos en los que el contenido se debe ajustar para alinearse mejor con ciertas sensibilidades o normas editoriales. Sin embargo, este incidente parece ser la excepción más que la regla en su carrera, porque “cuando se murió mi gato hice una viñeta de eso. Y es que, cuando estás en opinión, eres opinadora y no hay filtro”. 

Ha habido otras ocasiones en las que no entendían lo que quería expresar con la viñeta, o en los que los límites los ha puesto ella misma, especialmente cuando publicaba solo los domingos, “porque tenía toda la semana para pensarlo”. Por ejemplo, cuando hablo de los medios de comunicación siempre meto una tele, “por si acaso”.

Sobre el perfil de su audiencia, y convertirse en un referente

Inicialmente, su trabajo encontró el reconocimiento de un público joven, de entre 18 y 25 años. Cree que es porque abarcaba temas diferentes: “hablaba de cosas de parejas, gordofobia, un feminismo apremiante…” Con el tiempo, su audiencia ha madurado, expandiéndose a los 25 a 35 años, reflejando un cambio tanto en el contenido como en la recepción de su trabajo. La ilustradora busca ahora provocar reflexión, destacando que, aunque su audiencia es predominantemente femenina (84% mujeres, 16% hombres), su intención es trascender las barreras de género, invitando a todos a encontrar valor y humor en sus creaciones, independientemente del tema. “Algunos hombres creen que me dirijo exclusivamente a ellas porque aparecen mujeres. Pero como si aparece un tema relacionado con la regla, ¡que se pueden reír igualmente! En cualquier caso, no tengo ningún problema, como si mi público fuera el 100% de mujeres”, apunta.

La artista reflexiona sobre el impacto inmediato de su trabajo, especialmente entre las mujeres jóvenes, “la chavalada”, como una «recompensa inmediata» que va más allá de la mera creación artística. Su capacidad para influir en la percepción sobre temas como el patriarcado, los hombres malos… es vista como un aspecto gratificante de su labor, un «trabajo de campo» continuo que no había anticipado en absoluto, pero que ha abrazado con entusiasmo. De hecho, “no sabía que era feminista”, pero su experiencia de vida, marcada por la influencia de figuras femeninas fuertes (su madre y su hermana) y su interacción con el género opuesto, ha enriquecido su perspectiva, permitiéndole ser didáctica sin perder su esencia artística. “Añádele que sabré comunicarme mejor que otras personas. Es algo que pasito a pasito me gratifica”, asegura. 

“Y, por otro lado, sobre “convertirme en un clásico”, esa era la intención original; siempre he sido ambiciosa de una manera “viejuna”. “No quiero un millón de seguidores, me cagaría y cerraría la cuenta. Lo que siempre quise fue notoriedad, una recompensa lenta y a largo plazo, que igual algunas veces hasta te estancas. Eso es lo que yo quería”. 

La singularidad en la simplicidad: la ausencia de ojos, cejas y color en sus viñetas

La decisión de omitir ojos y cejas en sus personajes no es meramente estética, sino un desafío creativo autoimpuesto: “fue como ponerme un palo en la rueda”. Esto obliga a la artista a comunicar emociones y estados de ánimo exclusivamente a través de la postura y el lenguaje corporal de los personajes, elevando la importancia de cada línea y forma: “con un simple cambio de línea las cosas son muy diferentes”. Este enfoque no solo incrementa la complejidad del proceso creativo, sino que también universaliza los personajes, permitiendo a los espectadores identificarse más fácilmente con ellos sin distraerse por detalles específicos. Comenzó con personajes de pelo similar, lo que llevó a que el público percibiera erróneamente un «prototipo» femenino recurrente, que era “Flavita Banana”. Reconociendo esto, ha ido incorporando cambios para diferenciar a sus personajes mediante nombres y rasgos, reforzando su individualidad.

Sobre el uso del color, al principio también lo usaba, pero por una cuestión estética. Decidió adoptar la paleta de blanco y negro, no solo como un homenaje a los grandes caricaturistas de periódicos en una era sin tintas de color, sino también como otro desafío en su arte: “Quién sabe, quizá hoy Forges le daría a la Tablet que flipas”. “Me parece un añadido extra que no aporta. Es otro palo en la rueda, un reto, que en un dibujo el color sea la clave, y no usarlo. Lo único que me cuesta que se entienda que algo es algo sin color es el arcoíris, pero otras cosas por el entorno se entienden. Por ejemplo, si pongo una franja negra una blanca y una negra, y al lado otra con cuatro líneas negras y tres blancas se entenderá que es la de bandera de España y la de Cataluña. A veces tengo que mirar una viñeta profundamente, como si no la hubiese hecho yo, para asegurarme de que se entiende”.

La venta de prints y de viñetas originales

La decisión de vender prints y originales a un precio asequible, surge de un deseo de hacer el arte más accesible a un público más amplio: “Es de nuevo esta mezcla que comentábamos sobre el mundo actual: chavalería, poder adquisitivo, compras online… Y, el mundo antiguo con la compra de arte. Yo sigo haciéndolo, me compré una ilustración de un dibujante del New York Times por 2.000 euros… creo que es una muestra de quienes sí aprecian a los dibujantes de periódicos”. 

“Lo de los prints y la tienda online nació cuando no tenía una fuente de ingreso regular. Me iba bien, pero no como para vivir. Así que me puse a ello, es una simple fotocopia firmada a mano, creo que así tienen un poco de calidad. Marqué un precio muy bajo y me ha funcionado genial. A veces, colegas del sector me han preguntado por qué los pongo a precios tan asequibles. Si los pongo a 13 euros vendo 10 y si los pongo a 50 vendo 1”, asegura. 

Sin embargo, reconoce que existe una barrera perceptual: “podríamos llamarlo un techo de madera, en este caso”, especialmente entre los más jóvenes, quienes a menudo ven el arte original como un lujo inaccesible o innecesario debido a la disponibilidad de las obras en Internet: “La adquisición de piezas originales está asociado a la gente que “le sobra” y que invierte en “algo”. Sin embargo, hasta que no lo haces una vez, no entiendes lo maravilloso de comprar de originales. Lo tengo en mi casa, y “se lo he quitado al artista”. Da un regocijo…”

El uso de Instagram como herramienta de difusión artística

Le preguntamos, ¿qué habría sido de Flavia Álvarez en el siglo XIX? “Me lo estoy imaginando”, nos dice y se ríe: “Hay que ser agradecidos, e Instagram tiene un alcance fabuloso, permite que las personas puedan vivir del arte, aunque sea vendiendo prints. Todo el mundo quiere tener dinero, pero los creativos tenemos como recompensa extra nuestra obra. Tenemos esa suerte, y en Instagram lo podemos enseñar”.

Aunque es consciente de que todas las situaciones son distintas, y de la suerte que tiene, considera que la ambición es una parte imprescindible de este ámbito: “Hay una mala imagen de la ambición, pero es sencillamente proyectar continuamente con ir más lejos. Si lo tienes muy presente, tomas decisiones que te llevan hacia ello. Creo que en la actualidad la ambición está menos presente, porque ahora está muy basada en cosas impalpables como conseguir 1 millón de seguidores, ir a la Resistencia… Cosas muy volátiles”. 

“Si alguien quisiera vivir del arte le diría que hay que tener una estrategia, seguir unas pautas, aunque sean cortas. Mantener vivas las redes sociales, conocer a gente… “lo que llaman enchufe”, que es lo que funciona en el mundo”, asegura. 

Referentes femeninos en el ámbito de la viñeta

Nos dice que el pasado no ha cambiado. Sin embargo, el tiempo le ha ayudado a ampliar el horizonte dentro del “olimpo”: “Maitena era algo que conocía un poco de pasada, y no me permitía verla dentro del olimpo del que hablábamos. Pero me ha dado cuenta de que sí, pertenece a ese olimpo. Además, lo bonito de ser alguien y lograr avanzar, es que hablas con ellos, te quieren y te admiran. Durante la pandemia hacía vídeo llamadas con Maitena, y ella me hizo de madrina cuando dudaba de mí misma. En España, con este perfil tan concreto no tengo referentes femeninos. Ojalá vengan nuevas generaciones, aunque todavía tengo que deconstruir la idea de que lo anterior era mejor”. 

Humor y arte

Flavita señala y reconoce la amplitud del espectro humorístico, desde el humor que provoca una sonrisa reflexiva, al estilo de las viñetas de El Roto, hasta el absurdo puro que encuentra una alegría inmediata y sin complicaciones en lo ridículo. Esta diversidad en la expresión del humor es esencial para conectar con una amplia audiencia, ofreciendo diferentes niveles de apreciación y entendimiento.

“En mi caso, lo que más disfruto es el humor absurdo, la simpleza de ver a alguien con un sombrero gigantesco, sin necesidad de referencias, es increíblemente gracioso. Es un tipo de humor que descansa y te hace reír genuinamente. Por ejemplo, hay un dibujo de Ed Steed que me encanta; en él, se muestra a un médico, una madre, un atril y una niña en el suelo con un clarinete y un casco de motociclista. El médico, en inglés, dice: «Menos mal que llevaba casco». La situación es totalmente absurda y maravillosa, me provoca risas cada vez que la veo”, nos cuenta.

Sin embargo, abordar temas serios con humor presenta un desafío significativo. La artista es consciente de los límites éticos y se esfuerza por manejar temas delicados, como la crisis de refugiados o la violencia de género, de manera que fomente la reflexión sin cruzar líneas de respeto o sensibilidad, y para ella los límites que no está dispuesta a cruzar son aquellos que implican hacer daño a niños.

Nos cuenta que temas duros, como el episodio de Vinicius, el jugador de fútbol llamado «mono» desde las gradas, pueden abordarse con humor de manera impactante: “Envié una viñeta a El País justo antes de que ocurriera, mostrando a un hombre en la costa, viendo una patera, y un señor con megáfono preguntando si alguien sabe jugar bien a fútbol. La casualidad hizo que mi viñeta se volviera viral y se usara como portada en El País, lo cual celebré no por mí, sino por el logro de que la ilustración se considere informativa y contributiva en situaciones relevantes”.

“El humor, en este contexto, es como envolver una pastilla en una albóndiga para un perro. La pastilla es lo que quieres transmitir, y la albóndiga es el humor, que hace más agradable la entrega del mensaje”, asegura. 

Tomarse enserio el dibujo

Aunque ha organizado exposiciones en Vigo y en Barcelona (en La Llama Store), reflexiona que al final es más como un catálogo de venta: “La realidad es que cuando no estoy con mis viñetas lo paso mal, me siento inquieta. Hay algunas de mis viñetas que no vendería jamás, aunque estuviera muy mal de dinero. Me transportan al momento en el que se me ocurrió la idea”. 

Por otro lado, pone de manifiesto una carencia en la valoración institucional de la viñeta y la ilustración en el ámbito cultural. Aunque haya un museo dedicado al humor de prensa en Madrid lo considera anticuado, y se plantea la necesidad de más espacios que den importancia a la viñeta como forma de arte: “Hay material, y hay público, lo que nos falta es darle importancia a la viñeta y a la ilustración en general”. 

Nos habla de la percepción social del dibujo, a menudo asociado con la tontería y lo infantil. Aclara que lo infantil y gracioso no es negativo, y destaca que, aunque su trabajo no sea considerado «serio», tiene una importancia propia. La seriedad no debe confundirse con la importancia, subrayando la complejidad y el esfuerzo que implica el acto de dibujar.

Ecos Creativos: voces femeninas en el arte. Entrevista de Marta Prados Martín

Fotografía de Massimiliano Minocri

Viñetas por cortesía de la artista

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