Carlos Bunga en el Museo Helga de Alvear: El Arte como Refugio

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El Museo Helga de Alvear (Cáceres) acoge hasta el 12 de mayo la exposición Performar la naturaleza, una muestra antológica del artista Carlos Bunga. 

En ella se exhibe una cuidadosa selección de obras creadas desde los inicios de su carrera hasta la actualidad. El Museo también cuenta con tres instalaciones site-specific producidas ex profeso por el artista. La muestra que ya pudimos ver en Bombas Gens Centre d´Art (Valencia) incluye piezas de la Colección Helga de Alvear, además de nuevas miradas, diálogos y visiones interpretativas del espacio en el que se encuentra.  Esta muestra, comisariada por la directora del Museo, Sandra Guimarães, incluye diferentes soportes como el dibujo, la pintura el collage, el vídeo, la escultura y la performance. No obstante, Carlos Bunga desafía los límites materiales asignados a cada práctica y expande las nociones tradicionales que orbitan alrededor de cada disciplina. Este rasgo se evidencia en la instalación Habitar el color (2024), una propuesta que invita al visitante a participar en ella.

A través del transitar de aquellas personas curiosas, capaces de asombrarse por aquello que están pisando, la obra despierta y desvela su intencionalidad. Tanto el cuerpo como la mente deambulan libremente por la instalación y es en este “habitar” donde la pieza entra en acción. La pintura anaranjada se expande por las paredes blancas en un discurrir ilusorio, casi como si se tratara de un espejismo desértico. Nuestros pies se convierten en intérpretes y nos envían señales somáticas que guían nuestra experiencia estética. ¿Quién nos iba a decir que podíamos existir dentro de un color? Esta instalación nos brinda la oportunidad de conseguirlo.

Además, el techo bajo el que se encuentra esta pieza a su vez es el suelo sobre el que se depositan los restos de la performance inaugural que realizó Bunga en el Museo. Una demostración que constata la intención de la comisaria por conectar espacios independientes. 

Desplazar el paisaje (2024) es el título que recibe la performance en la que Bunga transformó una estructura hipóstila compuesta de cartón y cinta adhesiva, eco de la arquitectura del Museo construido por el premiado estudio Tuñón Arquitectos. El artista recitaba una canción mientras cortaba las columnas que en un principio aparentaban ser sólidas y resistentes. Sin embargo, pronto demostraron estar levantadas bajo una inmanente precariedad y fragilidad. 

De esta forma, se vislumbra de nuevo la voluntad del artista por no constreñirse a los márgenes históricamente acotados de las disciplinas artísticas. Vemos cómo la arquitectura forma parte del universo imaginativo de Bunga, una práctica que en principio no tiene por qué demostrar relación con las artes plásticas. Sin embargo, esta misma se entrelaza con otras maneras de hacer, que combinadas, articulan finalmente su singular vía de expresión. 

De hecho, la idea de refugio aparece recurrentemente en sus composiciones. Madrigueras, capullos, termiteros… Construcciones habitadas por una naturaleza viva que busca la protección y el cobijo de un hogar. La condición de refugiado del artista acompaña su autodefinición como persona nómada y el desapego hacia la territorialidad. Una visión que enlaza con la línea narrativa de la muestra: reflexionar acerca de las temporalidades de la naturaleza, así como sus cualidades físicas y orgánicas. 

Algunos de los materiales que emplea el artista proceden de un entorno biológico, como es el caso de la cera de abeja. Esta composición permite analizar los cambios que la materia experimenta con el paso del tiempo. A su vez, la movilidad de estos espacios naturales se conecta con el existir de múltiples recorridos que emanan de la exposición. Cada visitante puede confeccionar su propia coreografía dentro de la muestra, reparando en la disposición en diferentes alturas de las obras de Carlos Bunga.

Andrea Sánchez Espadero

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