Taller de iniciación a la crítica de arte. Exposición «Sabiduría y esplendor» (II)

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Colección XV Aniversario, “Homenaje a Juan Pablo II”: El buen ladrón. (1993)
Análisis de obras de los participantes en el taller de la Semana de la Ciencia y la Innovación 2023 organizado por la Universidad Complutense de Madrid y la Asociación Española de Críticos de Arte (AICA Spain / AECA). Análisis de obras de la exposición «Sabiduría y esplendor» II.

El universo en cada trazo y la mirada como puerta hacia lo infinito. Por Elisa Casterà Martínez

Es mucho lo que sabemos de Chillida artísticamente a nivel formal pero, poco acerca de lo que sentía cuando él mismo creaba sus piezas. Estaba envuelto por una serenidad, un abismo y una seriedad que le hacía crear formas a partir del vacío y el volumen. Envuelto de espiritualidad, Chillida es, a modo de los filósofos chinos, un constructor del Tao a través de la escultura y la pintura. Sus obras son una suerte de meditación en la que él ser entra en contacto y consonancia con la naturaleza. Sus trazos nos recuerdan a la caligrafía china y al misticismo de estas líneas, al igual que los de Chillida. 

Colección XV Aniversario, “Homenaje a Juan Pablo II: El buen ladrón” (1993), es el título de la obra que abordamos. Pieza que tiene una libertad abstracta y al mismo tiempo una espiritualidad que aterriza y se concentra, hecho con el que caracterizo al autor y la cual define muy bien Vassili Kandinski, que como dice en De lo espiritual en el arte «El artista debe ser ciego a las formas “reconocidas” o “no reconocidas”, sordo a las enseñanzas y los deseos de su tiempo. Sus ojos abiertos deben mirar hacia su vida interior y su oído prestar siempre atención a la necesidad interior. Entonces sabrá utilizar con la misma facilidad los medios permitidos y los prohibidos. Éste es el único camino para expresar la necesidad mística. Todos los medios son sagrados, si son interiormente necesarios.»

El artista está haciendo un homenaje al papa Juan Pablo II en su XV Aniversario de Pontificado, que nunca llegó a organizarse. Esta obra representa la Crucifixión en el Gólgota. Vemos como hay una cruz central que está unida a la cruz de su izquierda, que es la del buen ladrón, el cual le dijo a Jesús que se acordara de él cuando estuviera en el cielo, quería salvarse y Jesús lo aceptó y juntos fueron al Paraíso.  Al otro extremo de la pintura hay una cruz donde está el mal ladrón que representa el sufrimiento que llevamos todos dentro (Lucas 23:33). 

En esta pintura tenemos una sensación hermética de clausura, nos transporta a las referencias cristianas, pero también en estos tiempos nos habla de la fe. Una fe que no está perdida y que encuentra su espacio y su significación en ese brazo que le tiende Jesús al buen ladrón y que hace unión de las dos cruces. Está aquí representada la idea de muerte y la redención, el bien y el mal, el infierno y el cielo representados como en Simón en el desierto (1965) de Luis Buñuel, donde hay una búsqueda de la unión final del ser humano con la fe. Jesús termina en el Paraíso, al igual que el protagonista termina bailando en una especie de paraíso terrenal. 

Al mismo tiempo, las dos cruces crean una especie de puente, una puerta que nos lleva a una cueva o nos lleva al paraíso personal, un lugar que puede ser surrealista para cada uno de nosotros como en La montaña sagrada (1973) de Alejandro Jodorowsky. 

Hay una imagen clara que se revela, pero no hay cuerpos que la representen de forma figurativa, tampoco las hay en algunas de las crucifixiones de Pablo Picasso del 1930. Sí que está presente en Cristo de San Juan de la Cruz (1951) de Salvador Dalí, aquí hay un cuerpo, pero está representado a través de la belleza y el erotismo y no del sufrimiento. Tal vez esta es la propuesta de Chillida en esta pintura, la representación de la unión como eje transformador. Dos cruces entrelazadas que crean una puerta como el tori en los espacios sagrados de Japón, hacia otro modelo de pensamiento, hacia otra mirada, hacia lo surrealista y creativo en el futuro, una puerta hacia lo nuevo. Alejado del sufrimiento, del símbolo de la cruz que encierra en sí misma la idea de martirio, religión y la iglesia. 

La obra es revolucionaria y nos habla de lo que hay después de la religión y el castigo. Una nueva forma de vivir y una nueva perspectiva, o al menos la duda de que esto pudiera ser así. Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra tarea, decía Henry James en La locura del arte.

Chillida sabía que lo importante no es lo que vemos, sino lo que está dentro y todo lo que está fuera, lo que lo rodea y el espacio que hay en la obra. Estos conceptos nos hablan del minimalismo de Chillida el mismo que utilizaba Carl Theodor Dreyer, una sensibilidad religiosa que podemos ver en películas como por ejemplo en la estética de Ordet (La Palabra) (1955).

Una obra inundada de un fondo blanco y un negro intenso contrastado con líneas que nos llevan a la simplicidad y la facilidad con la que la vida puede suceder. 

Original para el cartel de los Cursos de Verano de El Escorial (2004)

Informalismo y abstracción. Por Gerardo Silva Serrano.

Tàpies pintor catalán, precursor del arte abstracto e informal de vanguardia del siglo XX en España, a través de esta obra, es fiel a su estilo particular, prolijo del simbolismo derivados del misticismo, el pensamiento budista y la política que se ve reflejada a lo largo de toda su trayectoria artística.

En este cartel, observamos varios elementos que se expresan a menudo en sus obras: Las partes del cuerpo humano. La boca, los ojos, la nariz y la mano. También aparece una cruz elemento recurrente en sus pinturas desde 1944 y, un libro símbolo de la sabiduría, el conocimiento y el espíritu investigativo que caracterizan a los cursos universitarios. También cobra especial protagonismo el color expresado en el rojo o bermellón de la boca, el gris y el negro completan la paleta de color de la pintura.

Cuando como espectadores nos enfrentamos a una obra de Tàpies, surgen pensamientos ycontradicciones difíciles de definir: me están tomando el pelo; esto lo puede pintar hasta un niño; esto no es arte. Lo cierto es que la obra de este artista no deja indiferente a nadie. Una cosa está clara. Sus creaciones han promovido un debate permanente que va más allá del propio trabajo del artista, alcanzando al arte en general del siglo XX. ¿Arte o negocio? Es el gran dilema de muchos espectadores frente a sus obras. Quizás por esto cuando ves por primera vez una de sus obras lo que visualizas son cuadros con una irracional familiaridad, como si cualquiera fuera capaz de hacer eso, pero sin que nadie se haya puesto manos a la obra para desafiar lo establecido.

Esto sucede quizás porque el “informalismo”, de su obra, consiste básicamente en hacer lo que le da gana, con cualquier material y por cualquier método. Era la libertad que consiguió que estacorriente artística se convirtiera en un estilo pictórico en sí mismo. El artista deja volar su imaginación en todas las direcciones en una especie de caos. Y de ese caos, otros muchos artistas extrajeron la idea principal del informalismo abstracto y lo dieron a conocer al mundo a través del diario Dau Al Set que compartía nombre con el propio grupo artístico surgido en Barcelona en 1948. André Bretón, años atrás, ya lo había hecho al calificar la corriente a la que pertenecía a través del Manifiesto Surrealista, ahora la pintura trascendía las barreras de lo aceptable para ser lo que el pintory el espectador quisiera que fuera.

Tàpies fue autodidacta, nunca entró en ningún taller ni academia. Desde muy joven fue por libre y se sumergió en el mundo del arte de forma circunstancial. Una larga enfermedad que le mantuvo ingresado en un sanatorio le brindó la oportunidad de descubrir sus habilidades para el dibujo reproduciendo cuadros de Picasso y Van Gogh. El catalán se hizo además melómano escuchando a Wagner y Schönberg, y entró en el mundo de la lectura con Nietzsche, Proust, Mann y Sartre. Horas interminables de reposo y silencio le empujaron a escuchar música, leer poesía oensayo, acercarse a la cultura oriental, reinventar la pintura de otros y, lo más revelador, dar riendasuelta a su propio talento. Eran los primeros años de la década de los cuarenta.

Tápies basó su arte sobre tres cimientos; uno era Cataluña y su situación política, otro la Pintura Matérica (corriente pictórica que se inserta en el informalismo europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial), un tercero fueron unas influencias nada pictóricas. El bagaje que le proporcionó la lectura y la música. A diferencia de otros artistas, tenía un gran abanico de aficiones culturales que trascendían la pintura. Puede que esa fuera la chispa que su obra necesitaba para ser tan única, tanalejada de las de otros que le habían precedido.

Tápies vivió bajo la máxima de que “una obra de arte debería dejar perplejo al espectador, hacerlo meditar sobre el sentido de la vida”. Desde luego lo que está muy claro es que cuando contemplamos una obra suya, le damos muchas vueltas en nuestra cabeza encontrando diferentes interpretaciones, y quizás muchos logren efectivamente meditar sobre el sentido de la vida.

La aparente anarquía de su trabajo lo vinculó irremediablemente con el art autre, definido por el crítico Michel Tapié como una estética de lo informal donde lo espontáneo y lo irracional justifican su existencia. Pero, en las creaciones de Tàpies, existe un componente que lo aparta en cierto sentido de las teorías del francés. Es el humanismo presente físicamente en la participación de fragmentos humanos -pies, manos, cabellos, cráneos- y constante en la carga intelectual que está detrás de todoesto. Porque Tàpies mantiene la coherencia de quien se ha interesado por la lectura, hasta convertirse en un bibliófilo consumado, ha penetrado en el pensamiento oriental o ha buscado en las cosas cotidianas más triviales la inspiración de su arte.

Te guste o no su obra, si es muy convincente e inspirador la forma como él define el arte:

El arte es la filosofía que refleja un pensamiento”. “Los grandes artistas deben aspirar acambiar el mundo”. “Una obra de arte debería dejar perplejo al espectador, hacerle meditar sobre el sentido de la vida”.

Elisa Casterà Martínez

Gerardo Silva Serrano

Elisa Casterà Martínez y

Gerardo Silva Serrano

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