Sakiko Nomura. Oscuridad y anhelo en Fundación MAPFRE

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Proponiendo un acercamiento candoroso a la corporalidad masculina, la mirada deseante de Sakiko Nomura es una invitación a hacer noche en camas ajenas, a adentrarse en un claroscuro sensual que celebra la compañía fortuita y los afectos efímeros. 

Fotógrafa japonesa forjada bajo la tutela del controvertido Nobuyoshi Araki, Nomura expone su obra en Madrid de la mano del comisario Enrique Juncosa en una muestra cuyo plato principal es una exploración intimista y desafectada del cuerpo masculino al desnudo. Tierna es la noche se presenta como una ambiciosa retrospectiva con la que sumergirse en la producción —prácticamente inédita en nuestro país— de la autora nipona, un compendio visual en blanco y negro colmado de encuentros furtivos y silentes con hombres jóvenes en espacios anónimos, generalmente habitaciones de hotel que se convierten en escenarios transitorios para un diálogo mudo entre cuerpos y penumbras.

En contraste con la ubicuidad persistente de la figura femenina desnuda en la imaginería de este —ya bien entrado— siglo XXI, el cuerpo masculino despojado de ropajes resulta más esquivo, síntoma de las intrincadas herencias subyacentes y las dinámicas de poder que impregnan la representación de lo corpóreo. El desnudo masculino circunscrito al ámbito de la imagen fotográfica resulta, en comparación con el recurrente protagonismo de cuerpo femenino, esporádico, emanado además de forma preeminente de una mirada masculina imbuida de fascinación y concupiscencia. Oscilando entre la exaltación de anatomías esculturales como encarnación de virtudes morales varias y el deseo homoerótico explícito, el limitado abordaje fotográfico del cuerpo masculino desnudo lo capitanean fotógrafos varones: Platt Lynes, Mapplethorpe, Hujar, Bianchi, Weber, Tillmans.

Participando igualmente de esa perspectiva erotizante, pero fiel a unos códigos propios, Nomura se decanta por fotografiar a individuos de una corporalidad normativa y lozana en actitudes sugestivas de una disponibilidad sexual simulada, atinando en su equilibrismo entre la mostración incitante y la no espectacularización del cuerpo masculino. La singularidad de su enfoque se hace patente al compararlo con el trabajo de otras —de las no muchas— fotógrafas que han abordado el desnudo masculino desde aproximaciones disímiles. Frente al encuadre conciso y abstrayente de Isabel Muñoz o la explotación escópica del atractivo viril de Dianora Niccolini, Nomura opta por una vía intermedia que conjuga la apreciación estética del cuerpo con una cierta cotidianidad en su representación que desanonimiza al sujeto y permite entrever una vulnerabilidad latente.

El proceder técnico de la fotógrafa es decisivo en esa construcción no cosificante del varón sin ropa. El gusto por un grano marcado, la abundancia de planos holandeses y la penumbra envolvente conforman una estética nebulosa, decididamente fotográfica, que rehúye de la pulcritud de estudio ultra nítida y perfectamente iluminada propia de la iconografía publicitaria contemporánea que usufructúa cuerpos canónicos para la seducción consumista. Esta plástica imperfecta potencia la sensación de inmediatez, de autenticidad de lo captado, catalizando una reconfiguración de los paradigmas de la masculinidad hegemónica. Y es que la mostración del hombre como un ser vulnerable cuya voluptuosidad se insinúa sin caer en la hipérbole carnal tan frecuente en el ámbito del desnudo supone una redefinición de los códigos del erotismo y el deseo femenino en una sociedad —como es la japonesa— de roles de género fuertemente marcados.

Evitando la estridencia y la provocación gratuita, las imágenes de Nomura pueden entenderse como una reivindicación de su derecho como mujer a mirar, a desear y a crear en un contexto cultural donde la expresión sexual de la mujer a menudo se ve constreñida por expectativas sociales restrictivas. Su acendrada expresión emancipatoria de ese deseo por el cuerpo masculino supone la transmutación del crudo lenguaje visual de su fetichista mentor, proponiendo una gramática alternativa del erotismo fotográfico que sublima lo carnal en una poética de la intimidad.

De un centenar y medio de tomas recónditas y vesperales se sirve Juncosa para el despliegue de un relato expositivo que encuentra en la oscuridad de la noche la noción vertebradora de su narrativa, un espacio-tiempo de quietud propicio para miradas cómplices y caricias furtivas. Pero, además de fotografías solarizadas y copias de gran formato, en Tierna es la noche se exponen significativamente dieciocho de los más de cuarenta fotolibros editados por la autora, poniendo énfasis en este formato por ser el dispositivo de difusión predilecto de Nomura. La presentación —vitrina mediante— de estos volúmenes en la muestra apunta a narrativas más amplias y complejas articuladas a través de la secuenciación y el diálogo entre imágenes. Y es que esta exploración nocturna no se limita a los placeres del cuerpo, sino que se extiende a la búsqueda incesante de la belleza fugaz en todas sus formas, representada a través de cielos crepusculares, aviones en descenso y bodegones florales cuyas coloridas formas se recortan ante fondos de un negro profundo cual vanitas contemporáneas que evocan la transitoriedad de lo terreno.

Tierna es la noche puede disfrutarse hasta el 11 de mayo en la madrileña Sala Recoletos de Fundación MAPFRE.

Juan José Mateos

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