
Roberta Marrero, una de las grandes artistas queer de nuestro país decidió poner fin a su vida en 2024.
El 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad mental y, por ello, se estableció esta fecha como el Día contra la LGTBIfobia tras las reivindicaciones que se llevan a cabo a nivel mundial desde 2005. No obstante, la fecha es además el día en el que Roberta Marrero, una de las grandes artistas queer de nuestro país, decidió poner fin a su vida en 2024.
Cualquiera que la haya conocido personalmente constata la gran pérdida y vacío que deja esta persona de mente abierta, cálida y, sobre todo, humana con mayúsculas. Además, toda persona amante del arte no es capaz de calibrar lo que a nivel creativo ha aportado y todo lo que podría haber llegado a hacer. No podemos dejar de especular con futuribles sobre obra artística de artistas que nos han dejado «antes de tiempo», según nuestro criterio, como ocurrió con Lorca y Yukio Mishima, entre otros/as muchos/as.
Estas ausencias han sido sobradamente estudiadas puesto que se multiplican exponencialmente cuando se trata de personas LGTB abocadas a la depresión, la ansiedad y otros problemas psicológicos fruto del aislamiento y la baja autoestima provocados directamente por los discursos de odio y lo prejuicios de la presión de la sociedad patriarcal, cuando no asesinadas. Parece un destino más que recurrente en los personajes LGTBIQ+ en el cine.
Gran artista queer
Roberta Marrero era una de las más grandes artistas queer (como ella misma se consideraba) del panorama español. Mujer trans nacida en 1972 que había asimilado toda la herencia del arte queer y el apropiacionismo internacionales de finales de la década de 1960 y 1970 norteamericana, especialmente, y también la tradición homoerótica de la cultura española. Recogiendo el testigo de la Movida Madrileña, que supuso la auténtica revolución artística queer que ella encauzó plástica y poéticamente en la segunda mitad de la década de 1990 y el comienzo del nuevo milenio.

Marrero llegó a Madrid desde Las Palmas de Gran Canaria y desarrolló su identidad de género a través de la expresión de sus sentimientos y emociones a través del arte en las facetas plásticas, literarias y de artes escénicas, fue pintora, ilustradora, poeta, compositora, actriz y disc jockey, una artífice de la vida en toda regla. Un artista total que tenía muy en cuenta la importancia del cuerpo y la persona como elementos propios de expresión artística.
Se quejaba de que en España el arte queer no estaba valorado o, directamente, no se tenía en cuenta ni estaba considerado. Concretamente, sobre la exposición Warhol. El arte mecánico, que organizó la Fundación La Caixa en Madrid en 2018, me comentaba que solo se había tenido en cuenta es aspecto más mercantil, comercial y publicitario del artista pop y nada del estilo queer, que es en el que realmente innovó y fue pionero. Esta situación le generaba desafección hacia la, en teoría, tan avanzada cultura española hacia la diversidad y disidencias afectivo-sexuales y de género. Con gran resignación y cierta tristeza me confesó que en París o Nueva York su arte era más valorado que en Madrid, lugar en el que estuvo luchando de manera incansable en todos los ámbitos creativos y divulgativos en los que se la reclamaba.

Era habitual verla en los últimos tiempos en la librería Mary Read de Madrid, acudir a impartir conferencias en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, y estaba presente de manera discreta, dentro de lo que permitía su llamativa altura, en muy diversos ámbitos culturales y siempre con una actitud abierta hacia quien se dirigiera a ella. Su galería de arte, La Fiambrera, supo valorar su arte y su independencia a la hora de autopromocionarse.
Iconografías y estilo personalísimo
Le daba mucha pereza la recurrencia grecolatina y mitológica en el arte queer. No sé si llegó a leer a Cavafis, puesto que no volví a verla cuando me comentó su intención de abordar al autor, pero doy casi por hecho que sí, puesto que era una ávida lectora siempre con un libro en la mano y mucho que comentar. Tenía dudas sobre su calidad poética y estaba siempre deseando que sus lectores le comentaran qué les habían parecido sus poemas, siempre que fueran comentarios positivos o constructivos. Sinceramente, demasiado dura era su vida para soportar comentarios negativos surgidos del odio que nuestra cultura vierte por inercia sobre cualquier persona que ponga sus sentimientos y deseos a flor de piel, más aún, siendo una persona trans.

Su obra plástica se basaba en una recuperación de elementos iconográficos sobradamente reconocibles dentro del mundo queer, como los iconos del cine independiente Divine y el artista Joe Dallesandro (quien eligió una obra suya para hacer una tirada limitada de camisetas), actores y actrices de cine holliwoodense relacionados con la cultura LGTBIQ+ como Judy Garland, Montgomery Cilft, Rock Hudson y Ellisabeth Taylor, así como imaginería católica kitsh de sansebastianes, cristos y otros santos e ídolos sufrientes. También homenajes a personalidades transexuales como Marsha y Candy, resignificación de símbolos como esvásticas y calaveras, y el recuerdo a artistas plásticos como Tom de Finlandia y escritores como Wilde y, uno de sus preferidos, Jean Genet.
Esta iconografía se ensamblaba mediante collages de recortes de revistas a las que se sumaban trazos con letras y símbolos pintados con boli, rotulador y materiales habituales, entre los que se intercalaban frases y palabras con estéticas queer kitsch y camp, con un estilo personalísimo e inconfundible que jugaba con contrastes entre el blanco y negro y el color. Su obra plástica no dejaba de incluir poesía, disciplina en la que fue premiada por el Gobierno de Canarias.
Publicaciones, música y autopromoción
Ediciones Hidroavión y Lungweg publicaron dos de sus obras literarias gráficas más conocidas, Dictadores (2016) y We Can Be Heroes, respectivamente. Una celebración de la cultura LGTBQ+ (2018), respectivamente. Fueron un éxito y es complicado ya hacerse con alguno de estos ejemplares. En el último de estos libros hay un nutrido número de ilustraciones de sus ídolos, como David Bowie y otros músicos de los comienzos de la electrónica a los que rendía homenaje.
En Instagram subía su obra y la vendía sus collages, algunos domingos a precio de saldo, y los acompañaba sus publicaciones y stories recurrentemente con la canción Everyday is like Sunday, de Morrissey. Cada vez que escucho esta canción me remite y remitirá siempre a ella. Esta canción es muy probablemente cercana a la forma de sentir de esta piscis sobre la que el collage rock y el post punk. El especial matiz de la voz del cantante lleva a una una profundidad y densidad que atrapa y nos envuelve de una nostalgia propia de personas de una gran sensibilidad como la que Roberta Marrero destilaba.

Carlos Treviño Avellaneda