Monet brilla por sí solo en la oscuridad de CentroCentro

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CentroCentro presenta hasta el próximo 25 de febrero la primera gran exposición en España del pintor impresionista Claude Monet. La colaboración del Museo Marmottan Monet ha sido fundamental para ello ya que el recorrido goza de más de 60 obras de la institución.

Un día lluvioso y frío de invierno en Madrid puede ser el momento perfecto para encontrarse con la luz y la primavera de los paisajes de Monet. Un colorido propio de un arcoíris repleto de tonalidades, cada una de ellas con personalidad propia. Pinceladas libres que no se someten a las reglas, únicas y distintas por sí mismas. Exploraciones cromáticas y técnicas que indagan en la propia esencia de la pintura captando un momento, un instante. Dejando al espectador sin palabras, atónito ante semejante manantial de belleza,  o como dijo Luis Leroy en 1874 al observar su obra más famosa:

‘‘Sólo me decía a mí mismo que, dado que estaba impresionado, tenía que haber alguna impresión en ella … ¡y qué libertad, qué facilidad de ejecución! ese paisaje marino.’’

Mis ojos únicamente habían podido deleitarse hasta el día de hoy con dos obras del pintor ubicadas en el Museo Thyssen- Bornemisza, a 500 metros de CentroCentro. Puede que este sea el motivo por el que sus cuadros han conseguido superar todas mis expectativas y sobrecogerme, generando un aluvión de sentimientos. Prefiero pensar que su maestría con el pincel y la paleta, presente en la exposición, es el culpable de suscitar en mí una sensación que se aproxima encarecidamente al Síndrome de Stendhal. La visión que tenía en torno a su figura y su arte ha cambiado radicalmente ya que las fotografías de Internet no hacen justicia a la calidad  de sus pinturas.

Tristemente, aquí finalizan todos los elogios posibles a la exposición. La dura realidad es que la maravillosa luz de Monet y sus colores consiguen iluminar un espacio oscuro y decadente. La calidad de la muestra se sustenta únicamente sobre la calidad artística del pintor debido a un discurso expositivo vacío e incapaz de aportar nada nuevo a lo que se había dicho antes. Cartelas en las que la exposición reincide constantemente en los mismos conceptos e ideas haciéndose monótona y soporífera. Prácticamente ningún dato interesante ni digno de ser comentado al salir de la exposición, siendo incluso más destacable algunas faltas ortográficas en los textos. Descripciones con un tono poético que intentan camuflar la banalidad e ineficacia de la información. Lo más relevante que se aporta al discurso expositivo son algunos de los testimonios del propio pintor o de su círculo cercano que ayudan a comprender en cierto sentido el relato.

Nenúfares. (1916-1919). Óleo sobre lienzo. 200 x 180 cm. Musée Marmottan Monet.

Una exposición para un público general que no está acostumbrado a los discursos museísticos que tratan de explorar puntos de vista novedosos mucho más complejos. Esto se debe a la increíble campaña de marketing que se ha llevado a cabo para captar la atención de la población. Esta idea desemboca en que se instalen espacios inmersivos y pantallas digitales para explicar aspectos de la vida de Monet de una forma más amena. No es un punto negativo, cada día más museos utilizan estos recursos para atraer a la gente a sus salas. El problema viene cuando se da un abuso de los mismos. Las masas se agolpan en estos puntos de la exposición y las obras del artista pasan a un segundo plano. Estos medios proponen juegos y desarrollan ideas excesivamente básicas siendo infantiles y tomando al espectador por tonto, algo que desentona totalmente respecto al lugar en el que nos encontramos. El museo se asemeja más a una ludoteca que a un centro artístico. 

Esto no solo es culpa de la exposición, sino de aquellos visitantes que le prestan excesiva atención. Este tipo de público además también colabora a que uno parezca estar en una cafetería del centro de Madrid antes que en un museo. Perdí la cuenta de la cantidad de politonos distintos que llegué a escuchar. Conversaciones fuera de contexto, como dos señoras que hablaban de los altos precios del alquiler. Genta caminando por las salas como si estuviesen dando un paseo por el Parque de El Retiro. ¿Este tipo de personas, son conscientes de la magnitud de las obras que están observando? ¿No pueden dejar de lado sus problemas durante un par de horas para dejarse llevar por las pinceladas de Monet? Su obra de los nenúfares, entre muchas otras, merece una atención especial que se aleja de cualquier pensamiento racional. Entiendo que esto no es problema de la exposición, pero es algo digno de comentarse para tratar de prevenir a quienes visiten la exposición con la intención de alejarse de la agobiante realidad. Verdaderamente importante para aquellos, que, como yo, conciban un museo como un lugar de desconexión para poder recargar las pilas.

En la playa de Trouville. (1870). Óleo sobre lienzo. 38×46 cm. Musée Marmottan Monet.

En cuanto al discurso, no únicamente resulta vacío en cuanto a contenido, sino que resulta desordenado e incoherente. En la sección dedicada a las obras de su jardín en Giverny había una sala dedicada a Londres, por ejemplo. Esta, para más inri, se contradice a sí misma exponiendo obras de nenúfares en su interior. Estos fallos evidencian una falta de profundidad en el estudio del espacio y la distribución de las obras en cada una de las salas. Consigue con ello que la línea discursiva aparentemente sencilla que se plantea suponga un esfuerzo por ser comprendida y seguida por el espectador.

La pregunta final es: ¿Realmente merece la pena pagar el coste de la entrada para visitar la exposición? La respuesta es un sí rotundo, e incluso pagaría más sin ningún tipo de problema. Es la primera vez que las obras de Monet llegan a Madrid y, aunque sea un discurso expositivo desastroso, es una oportunidad única. Muchos de los madrileños será la primera vez que verán una obra del artista, y ver por primera vez una obra suya es una sensación similar a la que uno experimenta cuando lleva a cabo el primer visionado de la que pasará a ser su película favorita.

Alejandro Bellanco Guerrero

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