Entre redes y pinceladas: el arte enigmático de Andrea Alcázar

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En la cuarta planta de la Facultad de Bellas Artes, sus alumnos trabajan en sus proyectos artísticos y personales. Fue maravilloso descubrir el talento que hay entre los estudiantes, y, sobre todo, ver lo comprometidos que están con los problemas sociales y culturales actuales. Temas como la memoria, la intimidad, lo rural frente a lo urbano, la gentrificación y hasta una crítica implícita en el auge del individualismo dentro de nuestra sociedad, se ven reflejados en sus proyectos.

Uno de los trabajos que más me impactó fue el de Andrea Alcázar. Desde que entré en la sala, su cuadro captó toda mi atención. En esta obra de gran formato, una araña y sus crías parecen querer alimentarse de una joven atrapada en las telarañas.

El uso de colores como el magenta, el rosa e incluso la purpurina, junto a esa estética tan asociada a lo femenino, tan a menudo vista como algo tonto o ingenuo, en este contexto se vuelve inquietante, casi liminal, desdibujando los límites de la realidad de una forma muy sutil. Al ver la obra parece que estamos viendo una pesadilla o una fantasía que conecta con el inconsciente. 

La artista nos explicó que para crear la pieza partió de una fotografía de su amiga. A diferencia de otros artistas que prefieren hacer estudios previos o bocetos, ella se lanza directamente al lienzo sin mucha planificación. Aunque probablemente tenía una idea general, su proceso fue más espontáneo, lo que me recordó a los artistas de las vanguardias que utilizaban el automatismo como método. En esos artistas, el uso de esta técnica se toma como una forma de acceder a un conocimiento más profundo de la verdad, liberándose de las estructuras racionales. En el caso de Andrea, siento que esta improvisación tiene también un enfoque terapéutico.

Lo fascinante de su obra es cómo toma esos elementos personales—como recuerdos, personas cercanas, objetos cotidianos—y los traduce en imágenes visuales. ¿Cómo habrá hecho esas conexiones en su mente? ¿Hay algo más profundo detrás de esas decisiones? La obra no es solo un collage de fotografías y el subconsciente sino también un collage personal de vivencias y emociones. Esta capa de subjetividad invita al espectador a reflexionar sobre el proceso mental de la artista y a entrar en un juego interpretativo.

El cuadro se convierte en algo que nos obliga a detenernos y pensar. Nos invita a cuestionarnos cómo la chica llegó a estar atrapada allí y qué ocurrirá con ella. Incluso genera contradicciones en el espectador, ya que, aunque la araña podría ser vista como la «villana» por tener atrapada a la chica, su mirada parece ser extrañamente atrayente. ¿Es posible empatizar con la araña? Cuando le preguntamos a la artista sobre el significado de la obra, ella nos dijo que cada persona podía interpretarla a su manera. Y eso me hizo pensar en lo que podría significar para mí. Es interesante cómo cada espectador puede tener una interpretación completamente diferente.

La obra tiene una gran carga temática, algo que durante unos minutos me permitió abstraerme del mundo real y poder sumergirme en otro. Es curioso porque, en general, se espera que las obras de arte sobre todo en el contexto actual que vivimos, lleno de estímulos y agobios constantes que se generan durante el día a día u otro tipo de dispositivos como son las redes sociales, tengan una fuerte carga emocional. Sin embargo, las pinturas de Andrea Alcázar fueron para mí como un respiro, un soplo de aire fresco. En medio de la crítica y el ruido, sus obras celebran el acto puro de pintar. No hay lecciones ni mensajes predeterminados, sólo el acto genuino de la creación y de disfrutar pintando.

Después de la visita, pasé varios días reflexionando sobre qué tenía esa obra que me había cautivado tanto. ¿Serían las dimensiones? ¿Los colores?  Pensaba sobre la artista, sobre la historia de la obra, sobre la relación del cuadro conmigo y con mi entorno. Pero lo que realmente me intrigaba era el misterio que me provocaba. Todos entendemos la narrativa general de la obra, la idea básica, pero hay algo en el cuadro que es indescifrable, algo que no puedo explicar ni yo ni otra persona, o incluso hay significados que yo le puedo dar que otra persona no. Esa especie de enigma, ese puente invisible entre el otro y el yo, me parece que es lo que hace mágica a esta pieza, y lo que convierte a Andrea Alcázar en una gran artista y con un futuro prometedor. 

María Vallejo Antón

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