
La exposición Rosa Brun se localiza en un espacio emblemático de la capital española: la galería de arte contemporáneo Fernández-Braso. La ubicación hace honor a la labor de la propia institución dentro del mundo del arte desde el siglo XX hasta la actualidad, impulsando desde sus inicios a artistas como Manolo Millares o Arturo Berned.
Desde el 25 de enero hasta el 27 de marzo de 2024, el visitante puede acudir a la sala y disfrutar de la experiencia que es admirar la obra de la artista madrileña formada entre su ciudad natal y Granada.
Fernández-Braso acoge por tercera vez en su historia una exposición monográfica de Rosa Brun, celebrándose las dos anteriores en 2016 y 2020. La actual exhibición se configura como un homenaje al ingreso de Brun en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando sustituyendo a la pintora y escultora Carmen Laffón, hito desapercibido por la mayoría de visitantes y que descubren una vez en el interior.
Las piezas elegidas para la ocasión han sido realizadas entre 2009 y 2024 y se disponen a lo largo de un recorrido que ocupa las tres salas de la galería que se fusionan con la propia oficina de la misma, uniendo el ámbito comercial y artístico en un mismo espacio.
La primera sala da la bienvenida con las piezas colgadas sobre una pared blanca que sirve para destacar las llamativas gamas cromáticas elegidas por la artista, resaltando instantáneamente y dando una mayor sensación de amplitud que colabora con la volumetría de las piezas. Su disposición se inserta en el diálogo que realiza la artista entre la pintura, la escultura y la instalación. En otras ocasiones la obra de Brun aparece apoyada en la pared, no colgada, o directamente en el suelo (como en la muestra en la galería Rafael Ortiz en Sevilla en 2021) impulsando la misma dialéctica.
Unas obras de menor tamaño se albergan en una sala más pequeña donde una pantalla digital muestra un escrito con la información general de la exposición junto a un listado de consulta con los precios de cada pieza. Cabe señalar que la información aportada en este espacio resulta ciertamente superflua si se es desconocedor de la obra de Rosa Brun, centrándose en su titulación y las diferentes exposiciones en las que ha participado. Las cartelas individuales de cada obra tampoco aportan nuevos datos, ya que consisten en una catalogación formal en cuanto a título, año y material.
Por último, el tercer espacio está dedicado al trabajo de Rosa Brun con otros materiales como el metal, siendo este un elemento diferenciador dentro de la selección, que en cierta manera se siente ligeramente repetitiva. Con este elemento Brun incide en la intensidad y vibración del objeto artístico, las texturas y su estudio en la pieza resultante.

Todas las obras exhibidas muestran una variedad de formas geométricas y gamas cromáticas donde Brun juega con los límites del arte y su soporte, la definición de pintura y escultura y el equilibrio dentro del volumen. A partir de esto se conforman piezas que el visitante no logra catalogar en un primer momento, figuras híbridas. Todo ello aludiendo a la naturaleza a través del color y suprimiendo toda figuración. La selección se inserta dentro del arte abstracto, generando un mundo experimental donde la fragmentación y la geometrización juegan un papel fundamental. Ello constituye un hecho común en el desarrollo de la carrera de la madrileña, que en muchas ocasiones ha hecho referencia a la influencia que Rothko, Newmann y el arte minimalista con representantes como Blinky Palermo han tenido en su obra, que se encuentra en continua evolución como se puede advertir en el recorrido.
Con sus creaciones formula ideas propias de la abstracción geométrica que recuerdan en ocasiones al suprematismo de Kasimir Malévich con la reducción del arte a formas puras. La utilización de materiales como la madera y su conformación en planos genera huecos, diferentes puntos de vista, volúmenes y sombras y, con ellas, lecturas con las que la obra se expande más allá de su límite, de lo tangible. En la exposición el espectador, en busca de una mayor profundización de la pieza, se posiciona en diferentes puntos respecto a esta sorprendiéndose de la formulación propuesta que transmite un planteamiento equilibrado entre la construcción y la propia deconstrucción de las formas.

Desde el inicio del recorrido las piezas parecen complementarse entre ellas como si Rosa Brun hubiera experimentado desde un punto común, pero dando como resultado diferentes soluciones dentro de un conjunto teniendo como ejemplo las obras OCL671 y Procyon. Respecto a esta cuestión sirve como apoyo el testimonio del artista y catedrático Juan Fernando de Laiglesia para el catálogo de la exposición que se puede consultar de forma online: “En Rosa Brun no es posible apreciar obras individuales como fragmentos separados y luego unirlos mentalmente […] sino como flujo continuo, estructura global” (Silbar en la nieve con Rosa Brun, 2024).
El homenaje a Brun sirve como llamamiento hacia su figura y sus logros profesionales ya que además de tener una carrera artística muy amplia y haber sido protagonista de numerosas exposiciones, ya sean monográficas o colectivas, ha logrado un hito dentro del mundo del arte. Actualmente forma parte de una de las instituciones más importantes a nivel nacional y de renombre internacional como lo es la Real Academia de San Fernando, un logro merecedor de una exposición individual como la presentada en Fernández-Braso. Lo cierto es que Rosa Brun es una muestra necesaria para rendir homenaje a la artista, un reclamo al merecido reconocimiento de la labor de la madrileña.
Del 25 de enero hasta el 27 de marzo de 2024.
Galería Fernández-Braso. Calle Villanueva, 30. Madrid. España.
Alejandra Sánchez Gutiérrez