Cartografías de la experiencia

Compartir:

El arte, en todas sus formas, no solo manipula el paso del tiempo sino que también permite tomar posesión del espacio como acontecimiento que puede ser invadido, modificado o ignorado. Sucede lo mismo con el sujeto, ese territorio en constante tensión sobre el que se reúnen capas superpuestas
de vida. Las contracciones del presente son un pulso que puede encauzarse mediante la representación y, el tiempo, un archivo fértil cuando lo atraviesa la creatividad.
De vida, espacios y tiempos habla precisamente la pintura de Candela Picado de Blas (1997). Las superficies de su obra sostienen con luminosa suavidad el diálogo privado que se establece con el mundo cuando los cuerpos que lo reciben y habitan se abren paso por él. Esta apertura que es la vida genera cruces, senderos, huellas y sombras que configuran cartografías concretas desde las que uno puede reconocer su voz y, con ella, un relato y un cuerpo con los que advertir el camino. En esta muestra, la artista rompe la barrera que en ocasiones hace que percibamos al otro como un espacio inaccesible, al tiempo que logra mantener la fuerza de una pintura que huye de las formas adiestradas. Ser capaz de entrar al vacío absoluto de la nada y proyectar en él imágenes no rendidas
ante la significación es un ejercicio valiente, sobre todo cuando el discurso que late tras el lienzo no se separa de la mano que lo posibilita.
No obstante, una de las potencias más valiosas del arte tiene que ver con la capacidad de ampliar la mirada, de desbordar límites. Cuando se produce el contacto entre la obra y el espectador es posible que nazca una imagen nueva, una lectura no ajustada a la intención del autor y, por tanto, una renovación vocal que estira y amplia el objeto artístico.

Los mapas e itinerarios de estas obras hablan de Candela, pero tienen una fuerza que les permite encontrar lenguajes ocultos e íntimos fuera de su vivencia, lenguajes que respiran en otros cuerpos y que conforman otros recorridos. La ventaja de la que disfrutan las composiciones no ajustadas a la rigidez formal del mundo es que son espacios donde la interpretación y las evocaciones no mediadas devienen inagotables. El arte alejado de la representación convive con un manejo de la voluntad mucho más universal y por el que se deslizan discursos polifónicos.
El contacto con los itinerarios de Candela nos acerca al frágil misterio que ofrecen las vidas ajenas, pero también nos lleva a preguntarnos por nuestras propias líneas de fuga, por aquellas que rompemos, por las que prolongamos y por los mapas que se hacen y deshacen en la continua disolución del instante.

Autor

Deja una respuesta