
Análisis de obras de los participantes en el taller de la Semana de la Ciencia y la Innovación 2023 organizado por la Universidad Complutense de Madrid y la Asociación Española de Críticos de Arte (AICA Spain / AECA). Análisis de obras de la exposición «Sabiduría y esplendor».
Se puede luchar contra el poder, no contra los tiempos. Escrito por Alejandro Bellanco Guerrero.
La búsqueda de un refugio donde estar a salvo de la violencia y la censura de la dictadura franquista. Una huida al más puro estilo de Con la muerte en los talones (1959) de Alfred Hitchcock. Edificios, imágenes y letreros de neón que encierran a nuestro protagonista en una pasarela repleta de citas literarias que sirven como único punto de escape. La pregunta es: ¿de qué trata de escapar?
La obra está datada en 1975, un año clave para la historia de España. Franco aún no había muerto, pero la vida moderna ya estaba naciendo en las ciudades de nuestro país. Las represalias y los conflictos policiales ante las protestas por la dictadura resultaban rutinarias y normalizadas. Esta obra, es fiel reflejo de esa época y de todo el clima social que segeneró debido a la transición y la apertura a Europa. Responde a la perfección a la cita del gran pintor Wassily Kandinsky para explicar el motivo de sus composiciones: ‘‘Toda obra de arte es hija de su tiempo, y con frecuencia es madre de nuestros sentimientos’’.
Serie negra: Refugio (1975) de Equipo Crónica consigue remover algo entre mis pensamientos a través de algunas frases que sirven a modo de camino para nuestro protagonista. Miles de citas en francés, inglés, alemán y castellano que actúan como los personajes de El Jardín de las Delicias, irrelevantes a simple vista, pero cargadas cada una de ellas de un enorme simbolismo. Referencias a obras de la literatura clásica española como el poema Dulce vecino de la verdeselva de Esteban Manuel de Villegas o la popular Canción del pirata de José de Espronceda. Canciones de amor a una dictadura, en este caso comunista, de Carlos Puebla, muy famosa en Cuba con el nombre; ¡Hasta siempre, comandante!, haciendo referencia a la muerte del Che Guevara. Y otras frases que conllevan una reflexión sobre la censura y la violencia propia del momento como ‘‘y cayeron por el despeñadero’’ o ‘‘a la de tres salta, calla y no digues res’’.
Manolo Valdés y Rafael Solbes a través del trampantojo, las perspectivas y los colores planos y oscuros generan en el espectador el mismo sentimiento de angustia y temor que parece sufrir el personaje principal. Trata de huir de las calles y las ideas modernas que se ciernen sobre él, dando la sensación de que no le dejarán escapar fácilmente. En la serie Policía y cultura, de 1971, se muestra una violencia física por parte de las instituciones, a la cual aún el pueblo puede plantarle cara. En esta obra, la violencia no se encuentra implícita, es invisible y ejercida por la sociedad. Es una violencia conformada por el capitalismo y las ideas modernas, contra la cual no se puede luchar sino únicamente, buscar un refugio en las propias artes.
Equipo Crónica presenta un sentimiento revolucionario mediante el uso de ciertos elementos que nos muestran un realismo social de manera cruel y despiadada. Es una obra cercana al movimiento pop y a la técnica del collage, sin embargo, se aleja de estos conceptos a través de una posición contraria a la sociedad de consumo. El odio al franquismo y al capitalismo tratan de desenmascarar la verdad sobre el propio concepto de modernidad. Desajustes sociales, urbanos y políticos trasladados al lienzo a través del caos de las imágenes que datan su surgimiento en el pasado, pero se trasladan hasta la actualidad.
La obra resulta adecuada, reivindicativa y transgresora tratando de explicar con imágenes aquello que las palabras no pueden explicar. Aborda conceptos mucho más profundos que la mera esteticidad y eso es lo que le confiere un valor único. Consigue la inquietud del espectador haciendo que se lleve a cabo una reflexión personal más allá de las propias paredes del museo. La obra nos presenta una realidad perfecta que se encuentra plagada de mentiras, al igual que la película de Hitchcock antes nombrada.
Una obra que encaja perfectamente en el discurso expositivo de la muestra Sabiduría y esplendor planteada por el Centro de Arte Complutense que se puede visitar hasta el 10 de diciembre de 2023.
Conversa perfectamente con el dolor y el sufrimiento presentados en las obras de Eduardo Chillida y Oswaldo Guayasamín ubicadas en el mismo muro. Resulta un ejemplo de la maravillosa colección artística del centro y un punto clave de la historia de España contada a través de obras que abarcan desde el Renacimiento hasta nuestros tiempos.
Memoria del fuego, de Mar Solís. Escrito por Inés Brufao Muñiz.

Entre marcos, retratos y paneles pintados de un amarillo verduzco encontramos Memoria del fuego en el centro de la sala. Un trípode que entrelazándose va tejiendo y transmitiendo todo tipo de sensaciones.
Mar Solís presenta tres brazos danzantes que también podrían ser tres hilos de humo o tres raíces. Ascienden y se curvan dibujando formas serpenteantes. La madera que Solís emplea dibuja unas llamas dando la sensación de que revolotean. No hacen más que recordarnos lo efímero del fuego. Sin embargo, es una obra que dialoga entre la fragilidad de la madera y lo dañino de las patas punzantes acabadas en vértices puntiagudos. De igual modo, los brazos que, en un principio parecían cilindros pulidos, si nos acercamos se van descubriendo las aristas. Binomios y contrastes que el visitante va desvelando, capas de significado a medida que se rodea la obra, lo que nos indica que no hay expectativas. Solís presenta la pieza y nosotros nos apropiamos por unos segundos del espacio y el sentido dándole el margen que cada uno necesite. Esta sensación se acentúa con la forma de las ramas que crean vacío entre ellas de modo que casi se puede traspasar la obra, o traspasar el fuego.
Al movernos captamos que cada cara de la pieza aporta sensaciones diferentes que complementan el conjunto. No hay un ángulo igual que otro, igual que no hay una llama igual que otra. Al final, el espectador construye un circuito cambiante y danzante que también podemos relacionarlo con la esencia del fuego.
Por otro lado, la pieza, a mi parecer, tiene una vertiente sombría. Primero, por crear una sombra monstruosa en el suelo que recuerdan a unas raíces o ramas por la noche movidas por el viento. Y, segundo, por la vinculación con lo peligroso del fuego, que en muchas ocasiones, por su inmaterialidad no se termina de comprender. Solis, entonces, podemos decir que encapsula en madera lo intangible.
Por desgracia, la iluminación de la sala no favorece el camino hacia los significados de la obra. Sí que se facilita sin embargo el movimiento a su alrededor, sin él no se podría comprender del todo.
En todo caso, Memoria del fuego resulta una pieza llena de contrastes y capas que reconfortan a medida que se piensa sobre ella. Como se escribía al principio, un tejido de formas y sentidos.
Naturaleza muerta, de Soledad Córdoba. Escrito por Lucía Forjanes Pérez.

Soledad Córdoba se autorretrata con un entramado de ramas secas que brotan de su cabeza. Enraizar, una serie de cuatro fotografías, es testigo del avance de la naturaleza, que se abre paso en el espacio hasta ocuparlo en su totalidad.
La desnudez de la retratada, el fondo negro y las ramas lisas crean un ambiente aséptico, subrayado por los tallos que manan de sus orificios y recuerdan a sondas médicas. En esta secuencia Córdoba se ha convertido en un sujeto de experimento y, ante sus ojos cerrados, el espectador es el único que lo sabe.
Las fotografías forman parte de su segundo proyecto, DEL CUERPO, desarrollado entre 2002 y 2005. Sus primeros años se caracterizan por autorretratos en los que aparece desnuda y acompañada de un elemento que inflige daño sobre el cuerpo. En torno a 2009 dejó de representarseúnicamente sobre fondos lisos, y los escenarios de sus fotografías se fueron ampliando, pero siempre a entornos áridos y vacíos. Las cuidadas composiciones por las que se identifican sus fotografías posteriores profundizan en la idea de las figuras como sujetos de ensayo, colocadas en un medio ajeno en el que tienen que tratar de sobrevivir. Sus obras evocan una suerte de apocalipsis; la sensación de que se está ante la presencia de algo terrible pero inevitable. Son escenas claustrofóbicas que adelantan un desenlace trágico.
Es el caso de esta serie en la que los tallos secos y rígidos se contraponen a la blandura y vulnerabilidad del cuerpo desnudo. Ante la quietud del fondo, la naturaleza es la única que cambia, nutriéndose a costa de la persona, que ha sido neutralizada. Se puede presentir que la protagonista finalmente desaparecerá, comida por la naturaleza.
En posteriores proyectos, la figura ocasionalmente aparece en acción, pero siempre bajo la mirada de un observador que sabe que no tiene nada que hacer ante la magnitud de lo que la rodea. La misma sensación de impotencia se transmite en estas cuatro fotografías donde el ser humano y la naturaleza, tradicionalmente presentes para evocar vitalidad y prosperidad, generan un ambiente estático y moribundo.
Enraizar de Soledad Córdoba plantea la relación entre el ser humano y la naturaleza, y cómo se afectan entre sí. Veinte años después de su realización, adquieren un nuevo matiz por el momento de crisis climática en el que estamos sumidos. Esta serie supone una crítica a la inacción humana después de haber alterado permanentemente el mundo que nos rodea. Las ramas de las imágenes son decrépitas y afloran de la persona. ¿Es ella la causa del problema?
Artículo colaborativo de los asistentes al I Taller de Iniciación a la Crítica de Arte
Alejandro Bellanco, Inés Brufao y Lucía Forjanes